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De haber sabido que el abrazo que te daba hace 16 años era el último, no te habría soltado tan pronto.
Hoy no puedo llevarte flores pero sé que siempre estás acá. No sé bien cómo, pero conmigo.
Te amo siempre, papá.
¿Por dónde has andado,
caminante?
(Tanto por contar, pero quiero saber de ustedes primero.
Les leo).
Pero el cuerpo...
nos lleva a ignorarlo:
sólo hay amor
entre desconocidos.
Cierra los ojos:
no sabes si las manos
se abandonan al cuerpo.
¿Cuál es el tuyo, cuál es el mío?
Cierra los ojos:
se necesita otro cuerpo
para saber que se está vivo.
Mientras yo avanzo
hay otra que sigue mi pie
y copia mis movimientos como una sombra,
una que abre la puerta
por la que yo he salido,
otra que nace
y otra que llora.
Hay un momento en que me estoy enamorando siempre
y en que me pierdo el amor,
momento sucesivo:
circulación de una película invariable,
agua cincelada que ya no se derrama.
Otra siempre
calza la huella de mi pie
y otra a su vez hay que calza su huella.
Espejo ¿te arrepientes?
Espejo ¿me reconoces?
-No.
Ella:
solo
cuatro letras
y un
abismo.
«Cuando se quiere
de veras
como te quiero yo a ti
es imposible,
mi cielo,
tan
s e p a r a d o s
vivir».
Nacida para mi caricia,
con un perdón que olvida y un comienzo
de éxtasis y aromas,
me acerco hacia tu aliento,
tu oído con mis labios toco y digo
que nuestro amor es agonía,
que escuches mi temor y mi palabra de humo
y que yo, como tú, de noche oigo
cómo se pierde el pensamiento,
confuso entre mi carne y tu recuerdo.
Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos.