Escribir es descifrar, compartir, darle un nombre a los deseos, ponerle carne al viento. Escribir es dibujar el rostro que se anhela. Construir el espejo que nos diga quiénes somos. Esculpir un cuerpo cuando la soledad se vuelve intolerable. O crear un rincón solitario donde poder hablarnos, callarnos, dialogar con los muros y las sombras. Escribir es buscar un espacio cuando todos los espacios están llenos o vacíos. Crear un tiempo aparte. Escribir es hacer que las palabras se conviertan en mar o en silla o en un ojo que nos mire piadosamente (a veces implacablemente). Escribir es ser la costilla del texto. Es descubrir que cualquier ausencia puede transformarse en un otro presente que se sienta a observarnos a través de las letras. Es saber que uno puede elegir cuándo morirse. Cuándo renacer. Cuándo aullar. Cuándo sentarse a escuchar los caminos. Qué silencio morder. En qué palabra hundirse. Qué nervio dejar entre las hojas. Alrededor de qué obsesión danzar y danzar gozosos, hasta que amanezca. Qué nostalgia reservarse para la próxima vez. Pero, sobre todo, escribir es descubrir los nombres que nos conforman. Las palabras que nos crearon como somos. Saber que alcanzar y conocer las letras que nos pertenecen nos permiten cambiar nuestro pasado, o entenderlo. Crear nuestro presente eligiendo la palabra precisa. Y caminar hacia un futuro con el rostro develado o develándose siempre a través de los nombres humildes, de los vocablos fértiles, de los silencios grandes.
Escribir es comprender que cada mundo creado en la palabra es un mundo posible de encarnarse en una realidad vital. Que la palabra es cosa seria. Pero que nos permite reírnos de nosotros mismos y de este mundo de encuentros y desencuentros. De este mundo en el cual nada es posible si no se dice lo que se quiere, si no se expresa lo que se piensa, si no se transmite lo que se siente, si no se habla puntualmente, si no se eleva una plegaria, si no se sabe callar cuando es preciso. Si no entendemos que sólo cuando la Voz entra en el polvo nace el hombre. Que somos polvo pero podemos ser, si nos juntamos, tan inmensos como el desierto de todas las revelaciones.
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Hace 10 horas
14 comentarios:
Texto de Jenny Asse Chayo. Foto de la ESPECTACULAR película "Pina".
¡Mmmmmuá a todos!
Totalmente de acuerdo Siberia bonita.
Hermoso!
Buffffffffff!
Que bueno!
Y que cierto!
Besazos nena!
Creo que me lo imprimiré y lo colgaré en mi armario!
:D
Escribir es un privilegio, más aún que te lean.
Absolutamente, todo lo escrito puede ser el mundo...
Estoy flipando con la foto. Me parece muy, muy buena. Buscaré la película.
El texto es magnífico. ¿De dónde sacas tiempo para leer tanto? :)
Un saludo
Fantástico el texto, también la foto.
Muchos besos
"ponerle carne al viento", qué frase tan llena de significado. Como el texto entero, cuánta razón!
Ha sido un descubrimiento este blog, te felicito por juntar tantas palabras hermosas y hacernos pasar un rato de lectura espectacular. Un saludo desde Tenerife y te dejo enlace de mi blog por si quieres conocerlo.
http://gofioconmiel.blogspot.com.es/
preciosa descripción y yo añadiría esconderse. Muy a propósito de estos días tan empalabrados, el 15M, nuestra prima la Riesgo. En fin, malos tiempos pero nunca para la lírica. un beso preciosa.
Y si calla la voz que escribe,
y si se esconde
en hemistiquios
silentes, punzantes,
para pensar su propio ser?
LO siento, hermosa. Estoy triste...
Madre mía, lo que son las cosas. Lo que te he escrito antes, mi comentario en el texto que hay justo más arriba, podría haberlo dejado aquí, justo en este... por tu arte definitorio de lo que es escribir. O tu arte comunicativo, pues cada día me sorprende más, mucho más, descubrir lo mucho que descubres, saber lo tanto que sabes-conoces.
Eres un placer versado, y lo sabes.
Un beso, revelado...
Mario
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